jueves, 20 de febrero de 2014

La música moribunda


¿Realmente la música se muere?
Mientras la humanidad exista la Música nunca morirá. Es inherente al ser humano. Todos sentimos la necesidad de utilizar el ritmo, o una sutil entonación melódica para nuestros quehaceres cotidianos:
En la cuenta atrás de las lanzaderas espaciales , el ritmo se hace necesario para que cuando se pulse el botón se haga en el momento preciso.¡ Imaginense una cuenta con un ritmo aleatorio!
La entonación cuasi musical de los “gracias” en muchas tiendas. Los dedos toqueteando un ritmo impaciente sobre una mesa...Tantos y tantos detalles que nos demuestran que la música sigue en nosotros.
La música no muere. Lo que sí está en peligro de extinción es conservar lo hecho y promover lo nuevo.
Como dijo Harnoncourt, hasta la revolución francesa, la trasmisión de conocimientos pasaba de maestro a maestro.El concepto de “maestría” que se cargó la revolución francesa creando sistemas estandarizados , iguales para todos, que el gobierno de turno certificaría para así mantener el control sobre la creatividad musical.
Resulta que la creatividad que tanta falta hace en nuestro sistema educativo según Andreas Schleicher (director del informe PISA), se barre con la nueva Ley de Educación. La música se relega a signatura de optativa al ser “una asignatura que distrae” según el ministro de Educación señor Wert. Es muy interesante la respuesta de una profesora de secundaria que cito:apostar por un aprendizaje por proyectos que ayude a integrar, a establecer vínculos, a conciliar las distintas miradas que la ciencia y el arte ofrecen sobre los problemas esenciales de la condición humana, del mundo que habitamos”,Guadalupe Jover profesora de Secundaria.
Volvemos a la indecente mediocridad de la clase política que cada cuatro años enfanga con sus leyes la educación de este país. Están matando lo que PISA nos reclama. Primera herida mortal.
Esta incultura musical hace que, por ejemplo, los auditorios sean, al menos en este país, una convención de la tercera edad. Cosa que me parece bien. Todo por nuestros mayores. Las orquestas, que se han dado cuenta, quieren renovar al público ofreciendo programas de divulgación a escolares. Cosa encomiable pero créanme con un resulado a medio plazo incierto. Un gran porcentaje de esos escolares que alguna vez han pisado un auditorio no volverán a hacerlo en la vida.
Aquellos que intentamos hacer llegar los valores musicales de una forma un poco más original estamos pasando serias dificultades por no decir que algunos están desapareciendo. Las grandes orquestas no se atreven a integrarnos en su apuesta por la divulgación, el presupuesto público para ello es cuasi inexistente, y la crisis en lo privado hace el resto. Otro golpe mortal.
La música comercial, música al fin y al cabo nos guste o no, está arrastrando a la gran masa. Tiene su explicación, pero eso requiere otro artículo.
Afortunadamente y para contrarestar el bombardeo de dicha (dichosa) música hay hoy en día propuestas musicales interesantísimas que van más allá de lo meramente artístico. Aplicaciones musicales en neurociencia para luchar contra las depresiones, ayudar en tratamientos e incluso frenar el Alzheimer. Todo ello gracias a esa asignatura “que distrae” y que nuestros gobernantes están asesinando alevosamente. Músicas que unen pueblos, vease la orquesta creada y dirigida por Daniel Baremboim, formada por israelíes y palestinos.
Es curioso cómo en los países donde la educación funciona tiene arraigado lo artístico y por supuesto lo musical. Hablamos de Alemania, por ejemplo, donde es normal que en todas las casas haya un instrumento musical que se toque. Aquí van al trastero o se cuelgan en la pared.
Apoyándome en una cita de Zoltán Kodaly, espero que el próximo ministro de educación haya aprendido música nueve meses antes del nacimiento de su madre. De esta manera se evitará que crezca otro asesino musical de esos de “la música distrae”.

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