¿Realmente la música se muere?
Mientras la humanidad exista la Música
nunca morirá. Es inherente al ser humano. Todos sentimos la
necesidad de utilizar el ritmo, o una sutil entonación melódica
para nuestros quehaceres cotidianos:
En la cuenta atrás de las lanzaderas
espaciales , el ritmo se hace necesario para que cuando se pulse el
botón se haga en el momento preciso.¡ Imaginense una cuenta con un
ritmo aleatorio!
La entonación cuasi musical de los
“gracias” en muchas tiendas. Los dedos toqueteando un ritmo
impaciente sobre una mesa...Tantos y tantos detalles que nos
demuestran que la música sigue en nosotros.
La música no muere. Lo que sí está
en peligro de extinción es conservar lo hecho y promover lo nuevo.
Como dijo Harnoncourt, hasta la
revolución francesa, la trasmisión de conocimientos pasaba de
maestro a maestro.El concepto de “maestría” que se cargó la
revolución francesa creando sistemas estandarizados , iguales para
todos, que el gobierno de turno certificaría para así mantener el
control sobre la creatividad musical.
Resulta que la creatividad que tanta
falta hace en nuestro sistema educativo según Andreas Schleicher
(director del informe PISA), se barre con la nueva Ley de Educación.
La música se relega a signatura de optativa al ser “una asignatura
que distrae” según el ministro de Educación señor Wert. Es muy
interesante la respuesta de una profesora de secundaria que
cito:”apostar
por un aprendizaje por proyectos que ayude a integrar, a establecer
vínculos, a conciliar las distintas miradas que la ciencia y el arte
ofrecen sobre los problemas esenciales de la condición humana, del
mundo que habitamos”,Guadalupe
Jover profesora de Secundaria.
Volvemos
a la indecente mediocridad de la clase política que cada cuatro años
enfanga con sus leyes la educación de este país. Están matando lo
que PISA nos reclama. Primera herida mortal.
Esta
incultura musical hace que, por ejemplo, los auditorios sean, al
menos en este país, una convención de la tercera edad. Cosa que me
parece bien. Todo por nuestros mayores. Las orquestas, que se han
dado cuenta, quieren renovar al público ofreciendo programas de
divulgación a escolares. Cosa encomiable pero créanme con un
resulado a medio plazo incierto. Un gran porcentaje de esos escolares
que alguna vez han pisado un auditorio no volverán a hacerlo en la
vida.
Aquellos
que intentamos hacer llegar los valores musicales de una forma un
poco más original estamos pasando serias dificultades por no decir
que algunos están desapareciendo. Las grandes orquestas no se
atreven a integrarnos en su apuesta por la divulgación, el
presupuesto público para ello es cuasi inexistente, y la crisis en
lo privado hace el resto. Otro golpe mortal.
La
música comercial, música al fin y al cabo nos guste o no, está
arrastrando a la gran masa. Tiene su explicación, pero eso requiere
otro artículo.
Afortunadamente
y para contrarestar el bombardeo de dicha (dichosa) música hay hoy
en día propuestas musicales interesantísimas que van más allá de
lo meramente artístico. Aplicaciones musicales en neurociencia para
luchar contra las depresiones, ayudar en tratamientos e incluso
frenar el Alzheimer. Todo ello gracias a esa asignatura “que
distrae” y que nuestros gobernantes están asesinando alevosamente.
Músicas que unen pueblos, vease la orquesta creada y dirigida por
Daniel Baremboim, formada por israelíes y palestinos.
Es
curioso cómo en los países donde la educación funciona tiene
arraigado lo artístico y por supuesto lo musical. Hablamos de
Alemania, por ejemplo, donde es normal que en todas las casas haya un
instrumento musical que se toque. Aquí van al trastero o se cuelgan
en la pared.
Apoyándome
en una cita de Zoltán Kodaly, espero que el próximo ministro de
educación haya aprendido música nueve meses antes del nacimiento de
su madre. De esta manera se evitará que crezca otro asesino musical
de esos de “la música distrae”.
