
El día 11 de Febrero dí un concierto pedagógico en una escuela infantil de Madrid. Un día memorable que ha dejado huella en el equipo que dimos ese concierto.
Abreviando mucho para no ser pesado con los detalles, lo que pasó fué lo siguiente:
Entramos en el aula de los niños menores de 2 años. En ella me percaté de que había un niño con problemas. Una mirada ausente... No es la primera vez que he tocado para niños con discapacidades. Lo que ocurrió es que cuando empezamos a tocar, en la cara de ese niño, con problemas entre otros de vista y audición, se dibujó una lúcida sonrisa que sobresaltó a sus maestras. "seguid tocando! seguid tocando!" una de ellas le acercó en brazos a los instrumentos para intentar prolongar ese momento de felicidad. Duró poco... Vuelta a la mirada ausente... Sus maestrras nos confesaron emocionadas que hacía tiempo que el niño no reaccionaba a estímulos externos y que había sido muy emocionante contemplar por unos instantes esa sonrisa. Más emocionados quedamos nosotros. ¿Acaso no es el sueño de todo artista transmitir sus emociones? Por unos instantes la música logró romper todas, absolutamente todas, las barreras de la incomunicación. Ese niño me ha dado una lección que jamás olvidaré: música con honestidad, cariño, y sencillez. ¡ Para qué más "pedagogías"!
Como siempre, un cariñoso saludo al que por curiosidad-o accidente- haya llegado a este blog.