viernes, 1 de febrero de 2008

¡CUANTA PALABRERÍA!

No me cansaré de repetir que el objetivo fundamental de los conciertos pedagógicos es descubrir la relación música-instrumento-instrumentista.Hablando en plata, apreciar la música en directo. O más sencillo aún: aprender a escuchar.
Otro tanto para los talleres de iniciación musical.
Lo que cada vez soporto menos son esos interminables artículos elaborados por pedagogísimos sesudos que son capaces de llenar páginas acerca de la motivación psicosensorialafectiva de la música en los niños. Que tras interminables parrafadas y resumiendo nos dicen que hay que hacer bailar a los niños al son del pandero y, a ser posible, rememorando canciones populares del año de la polca. ¡Viva el pandero y vivan las canciones populares!
Vamos a ver, señores exégetas de la cosa músico-infantil.Dejemonos de tonterías. Ponga usted a un niño frente a una fuente sonora real (orquesta o conjunto camerístico), sitúele una distancia corta y quite barba al asunto, sin hacer el payaso. Les aseguro que la reacción de nuestro niño será mucho más provechosa que todos los intentos de inculcarle la música a base de método Orff (Aaah...Carmina Burana..mmmm...Catulli Cármina..oooh...Triunfo de Afrodita..) y golpes de pandero, sin haber probado previamente el sabor de la música en directo.
Todos los métodos de iniciación musical de los grandes maestros centro europeos parten de la premisa de una inmersión musical previa (escuchar música como algo natural). Todavía aquí muchos teóricos tendrían que haber escuchado música "nueve meses antes del nacimiento de su madre" como dijo Kodaly a una futura mamá.
Por cierto si alguno de ustedes es uno de esos sesudos, le diré que mi currículum vitae es, por supuesto, mil veces inferior al suyo pero que músico, soy ,y experiencia con los niños, tengo un rato.
Al que se haya dejado caer por aquí y haya llegado hasta estas palabras, mi sincera bienvenida.

Mis inicios

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