¿Cuántos de nosotros hemos deseado hacer música y hemos tenido la sensación de que se nos puede hacer muy cuesta arriba?
¿Y cuántos nos hemos echado la manta a la cabeza gracias a una vocación a priori indestructible, y hemos decidido adentrarnos en el estudio musical?
Pero lo más importante...¿Cuántos nos hemos quedado en la cuneta frustrados, desalentados?
Y lo que es peor ¿Cuántos hemos llegado a finalizar la carrera y terminado hartos de nuestro instrumento estableciendo una relación amor - odio con él?
Partiendo de todo ello surgen innumerables métodos musicales, gurús del éxito en la enseñanza musical, enoooormes maestros del asunto.....
Pero la realidad es tozuda..una vez que nos enfrentamos al instrumento, todo se convierte en más de lo mismo: hay que estudiar y perseverar con la premisa siempre recurrente: "maneja el instrumento, que luego ya podrás tocar lo que quieras".
Es de cajón que si no sabes tocar un instrumento no puedes hacer música. Pero quizás hay que cambiar el planteamiento del estudio....¿del instrumento?.....¿de la música?
Todos los que hemos pasado por el inicio del aprendizaje de un instrumento (en mi caso el primero fue la guitarra clásica) y durante un tiempo relativamente largo, hemos sido sordos a nuestro sonido. Nos ha faltado perspectiva, de tan liados que estábamos en solucionar los problemas técnicos del instrumento, para poder escuchar lo que producíamos.
Si en vez de "estudia el instrumento primero que luego ya harás música" como un obstáculo a vencer nos digeran: "con ese sonido, con esas dos notas YA PUEDES HACER MÚSICA" y nos enseñaran música para tocar el instrumento en vez de aprender a tocar el instrumento para hacer música, con todo lo que ello conlleva: socialización, participación , comunicación, autodisciplina, creatividad, emoción, arte, etc....
El mundo entero sería una gran orquesta.